viernes, 23 de marzo de 2012

Ojalá pudiera dormir para siempre

Soy como uno de los edificios esos que hay en Japón. Los que salieron en un vídeo balanceándose durante el terremoto del año pasado. Por fuera aguanto, aunque tiemble un poco. Y por dentro me derrumbo, todo se cae de las estanterías al suelo. Y cuando parece que ya has tocado fondo, sigues bajando.

martes, 20 de marzo de 2012

La culpa de que los hombres no entiendan lo horrible que es tener la regla es de los anuncios de compresas. No puedes estar feliz con los dolores y la presión constante del "¿ME HE MANCHADO?". No bailas, no sonríes, no te pones unas bragas monísimas y novísimas; no llevas una ropa preciosa y de color claro. Y si lo haces, eres gilipollas. Eso se aprende la primera vez que te cala. Ya me entendéis.
Personalmente, considero completamente imposible ser maja y simpática si te sangran los bajos.
Horrible.

jueves, 8 de marzo de 2012

"On fire"

Me apetece correr. Correr, adonde me lleve el viento. Sin mirar atrás, sin preocuparme. Correr hasta que no pueda más y encontrarme en un lugar desconocido, donde empezar de nuevo. O donde, simplemente, dormir. Acurrucarme y dormir, con la brisa en la cara, brisa estival, caliente pero refrescante al mismo tiempo; como las tormentas eléctricas de verano que recuerdo en el pueblo metida en el salón envuelta en una manta y tirada en el suelo mirando los relámpagos por la ventana, asustada porque la casa es de madera y me habían contado historias de fuego. Aquellos días solía pensar en dragones de brillantes escamas y aliento abrasador. En chicas valientes que sabían usar un arco, en melenas al viento, en vestidos medievales de faldas desgarradas y en caballos. Pero sobre todo en dragones. Me hubiera gustado montar en dragón, volar, sobre un dragón plateado del mismo gris que recuerdo del primer caballo sobre el que monté. Las riendas eran rojas, y al agitarse parecían llamas. El primero y por ahora el último. Y aún no lo he olvidado; ni lo haré jamás. Porque nunca dejaré de pensar en dragones, en fuego, en montar sobre la plata y en libertad. Acabaré con el pelo rojo de tanto incendiar pensamientos.

Supongo que nos preocupamos tanto por el futuro que nos olvidamos del presente y al final morimos sin haber vivido.

lunes, 5 de marzo de 2012

Porque la gente muera uno no tiene por qué dejar de vivir. Es como si dejaras de comer, o de vacunarte, porque otra gente no puede hacerlo. Llamadme cruel, pero lo veo así.